lunes, 5 de febrero de 2018

Comentario editorial del 04-02-18

COMENTARIO EDITORIAL DEL 04-02-18

La semana: como siempre hemos tenido de todo, el mal tiempo generalizado y la nieve han sido portada en los periódicos y los informativos, y ya no digamos nada la pasión de catalanes, que eso ya es sangrante. Pero hoy permítanme que este editorial se vaya al cine y muy concretamente al cine español.

 

Ayer, se volvió a celebrar la entrega de los Premios Goya, que como viene siendo habitual en los últimos años, es de todo menos la gran fiesta del cine español. Como ya habían pregonado sus artífices, ha vuelto a ser un acto político cargado de sectarismo y mediocridad en el que   actores, productores y directores se ponen de acuerdo para reivindicar sus particulares soflamas ideológicas, marcadas, en esta ocasión, por la ola de rancio feminismo que, por desgracia, recorre hoy España de norte a sur.

El cine español, salvo contadas excepciones, no es cine porque el cine como tal, más allá de ser un arte, es también un negocio, perteneciente a la muy lucrativa industria del entretenimiento, que mueve decenas de miles de millones de dólares alrededor del globo con el único fin de cautivar y agradar al público, en lugar de conformar un selecto gremio alimentado a base de subvenciones. El cine español es, en realidad, un agujero negro por el que se tiran decenas de millones de euros todos los años, que salen  como siempre, del bolsillo del contribuyente, para enriquecer a unos pocos, sin que ello se traduzca tan siquiera en películas con un mínimo de calidad e interés.

Semejante despilfarro de recursos, ya sea vía subvenciones directas o derechos de emisión por parte de TVE, se va, directamente, por el desagüe del olvido,  y un buen ejemplo de ello es la audiencia que cosecha el cine español en televisión o aún más penosa en las taquillas.

El cine español no es cine porque, si bien todos -sin excepción- tienen derecho a expresar libremente sus convicciones ideológicas, tanto a nivel personal como profesional, una cosa es hacer política a través de la producción de películas y documentales con tu dinero, arriesgando tu propio capital o el de otros socios en la difusión de tus convicciones, a riesgo de que no gusten al siempre soberano público, y otra muy distinta que lo hagas con dinero público.

En definitiva. Los Goya tan sólo celebran esa triste combinación de despilfarro público, sectarismo político y elitismo social. El público no pinta nada en esta historia y el contribuyente aún menos. Y lo más sangrante es que el Gobierno del PP, pese a la abierta enemistad que le profesa el mundo del cine, agacha la cabeza para seguir alimentando al monstruo, demostrando así su falta absoluta de dignidad propia e inteligencia política.

García MOLINA


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